miércoles, 14 de noviembre de 2018

CAPÍTULO 1





22 de junio del 2018


Estas carreteras me vuelven loco- pienso mientras conduzco a través de las estrechas carreteras que rodean el hermoso pueblo de San Antonio. Mi familia tiene una casa aquí, donde nos reunimos todos los años, en verano.
Entre unos y otros nos juntamos más de 10 personas. La casa es bastante grande, lo que ayuda a no acabar matándonos. Acabo de finalizar el máster en derecho penal y en menos de un mes comenzaré a trabajar en el bufete de abogados de la familia; Allí trabajan mi padre, como abogado de derecho de familia; mi tío, como abogado laboralista, su mujer, está especializada en derecho civil y derecho penal y mi hermana mayor que, como mi padre, trabaja en "familia". Es todo muy familiar y bastante grande. Teniendo en cuenta la competencia que existe en una ciudad como Madrid, le va bastante bien. Soy el segundo de tres hermanos, mi hermana mayor, Amelia, y mi hermano más pequeño, de 15 años, Adrián.

Casi estoy llegando al pueblo, cuando siento en móvil sonar. Contesto con el manos libres.
-¡Diga!
-Hola cariño- sonrío nada más escuchar su voz. Ana, mi novia desde hace un par de años y mi prometida desde hace poco más de un mes. La boda será el próximo verano.
-¡Hola preciosa!, ¿Cómo estás?- Le pregunto.
-Eso debería preguntártelo yo. Tú eres quien ha conducido más de 400 km; espero que hayas parado a descansar- Me dice con falsa recriminación.
Sonrío, no lo puedo evitar.
-Sí, "mamá", he hecho las paradas reglamentarias- ella sonríe. Conocí a Ana en la universidad. Ella estudiaba psicología; Ahora trabaja en un colegio como psicóloga.
Como muchas otras parejas, no fue nada particularmente romántico ni excepcional. Teníamos amigos en común y nos presentaron. Pasamos de conocidos a amigos y de amigos a novios.

Tras llegar a la casa aparco el coche detrás de el de mi madre. Para variar, ella a sido de las primeras en llegar; recogió a mi abuela y a mi tía, en casa de esta, en Oviedo. Mi abuela vive con mi tía, Beatriz, desde hace algunos años; desde que mi abuelo falleció.

Al salir del coche, cierro los ojos y respiro profundamente; este olor a tierra, agua, "prao"...
Tras unos minutos que parecen horas, entro en la casa y las saludo, Mi abuela y mi madre están sentadas en el porche de atrás, mientras que mi tía está haciendo frixuelos. Le encanta cocinar. Se pasa horas en la cocina, no entiendo como no se cansa teniendo en cuenta que es cocinera en un restaurante.

-¡Por fín llegas, hijo!- exclama mi abuela mientras me siento a su lado bebiendo a cerveza que acabo de coger de la nevera.
-Salí más tarde de casa. Tuve que ir a ver a papá para llevarle unos papeles que dejó en casa-le contesto. Conversamos un buen rato, comiendo los buenísimos a frixuelos de mi tía.
-Alex ¿Te vas a quedar para la cena?- me pregunta mi abuela
-No, "yaya", he quedado para cenar con los colegas, después saldremos por ahí-mi madre, sentada al otro lado de la mesa, pone los ojos en blanco.
-Te recuerdo que mañana llegan los demás y vamos a comer todos, a las 10:00 de la mañana pondré ka aspiradora
-¿a las 10 de la mañana?, ¡pero si es muy pronto!- exclamo indignado.
-Pues te aguantas. Si sales de fiesta es tu problema. Hay que limpiar la casa y no vamos a esperar a que "usted" decida levantarse, además, tienes que ir a comprar el pan-Suelto un bufido bastante desagradable. Mi madre me mira con fingido enfado mientras mi tía y mi abuela se ríen-¡ es lo que hay!, ya sabes lo que dice el refrán " Quien va de romería, se arrepiente al otro día"
-Ja, ja, que graciosa- le digo poniendo morritos infantiles. Siempre fastidiando, pienso para mi mientras bebo un sorbo de mi cerveza y miro a las tres mueres que se ríen a mi costa.

Son las 20:17 minutos. He quedado con mis amigos en un restaurante en el pueblo vecino. Solo seremos Carlos, Sergio y yo. Fernando ya no vive aquí. Se marchó a trabajar a Valencia. Es camarero en un bar de allí.
Carlos trabaja en una residencia de ancianos en Pola de Lena y Sergio es mecánico en un taller en Mieres.

Cenamos entre risas, mientras conversamos recordando viejos tiempos. Tras la cena nos vamos de fiesta a disfrutar de la hoguera de San Juan. Mientras observamos las llamas arder no puedo evitar pensar en aquella noche años atrás. Sé que estaba muy borroso, y que aquella visión que tuve, fue solo una imaginación, pero, todavía hoy se siente tan real como las llamas que revolotean delante de mí. Tan brillantes y misteriosas como ese fantasma que me lleva rondando tantos años

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